Di María guía al PSG a la final de la Champions tras ganar al Leipzig

Hay una frase a la que se agarran los que han perdido partidos importantes y con la que intentan, por el lado sentimental, reparar lo que por los hechos no han conseguido: «El fútbol nos debe una», dicen, como si el fútbol fuese un Dios. Es un poco un modo de quitarse responsabilidad. No hemos sido nosotros, ha sido el fútbol y así evitan reproches. En todo caso si el fútbol debe algo a alguien es al PSG, pero no por razones sentimentales, qué va; si le debe algo será por el dinero que se ha dejado para perseguir la Champions.

Ha hecho ricos a muchos jugadores y ha repartido su dinero-estado por varios clubes de Europa, casi siempre incapaces de manejarlo. Pero todo eso no se transformaba en resultados cuando llegaba la competición que te da el caché, el prestigio y te escribe de verdad en la historia. En la Champions, todo el dinero se derretía demasiado pronto, en los partidos de ida y vuelta, en las lesiones de Neymar, en los enfados de Mbappé, en las sospechas de la UEFA.

Hasta que, por fin, en esta fase final tan extraña del año más raro que se recuerda, ha dado el paso adelante que se esperaba: Neymar ya no se lesiona y es el jefe de todo, por el que pasan todos los balones. Como media punta, como un centrocampista, más, el PSG juega si él toca la pelota. Su madurez es absoluta. El año que más cerca está de poder ganar el Balón de Oro, no hay Balón de Oro. Mbappé pone su potencia y Di María esos toques que le han convertido en un jugador con una carrera en la elite, de equipo grande a equipo grande. Irregular casi siempre, pero decisivo si se pone a ello. Su balón en la falta que dio el primer gol del equipo de Tuchel fue una maravilla y antes de que acabase el primer tiempo, hizo el segundo y decidió el partido. Y cuando el Leipzig amagaba con meterse en el partido, el argentino puso el balón en la cabeza de Bernat para que metiese el tercero.

El Leipzig fue un fantasma. El equipo que parecía que había reinventado el fútbol moderno tras ser superior al Atlético apenas dio un pase bueno durante todo el partido, chocando una y otra vez con la presión del PSG. Querían los alemanes sacar el balón desde atrás jugando, pero no pasaban de su campo: llegó un momento en el que ni siquiera fue necesaria la presión para que las imprecisiones se multiplicaran. Empezó algo mejor la segunda mitad, pero justo ahí llegó el tercer tanto del PSG.

Fuente: larazon.es