FRANCESES EN EL MUNDO: Karim Benzema y la eterna historia del que no marca los goles pero lleva la batuta

Los diseñadores de Adidas ya plantean cada temporada que tendrán que lidiar con un parche en el pecho de la indumentaria del Real Madrid. Una placa dorada, grande, que obliga a que implica pensar cómo hay que distribuir el resto de elementos obligados en una camiseta: el logo de la empresa, el escudo del equipo, la inevitable publicidad… lo que es, por definición, algo excepcional, el Real Madrid lo ha convertido en una rutina.

Ser campeón del mundo suena a poco porque esta competición tiene el fuste que tiene, pero supone ser también campeón de Europa, haber dominado las dos competiciones, esta y la continental, durante un trienio completo. Pueden intentar minusvalorarlo, pero no deja de ser una proeza. Sus jugadores, en consecuencia, han ido sumando títulos hasta reventar poco a poco la historia. Ir subidos en el lomo de una criatura así te encamina sin disimulo.

Karim Benzema es un ejemplo vivo de todo esto. Cuatro veces campeón de Europa, otras tantas campeón del mundo, siempre como una parte integral del equipo, importante, necesario. No siempre culminante, ya se sabe, porque el chico no tiene olfato, pero para todo lo demás, el francés es un prodigio, con la sensibilidad en las botas y una capacidad tremenda para sumar y hacer que todos sus compañeros parezcan todavía mejores de lo que son.

Prueba evidente, el primer gol del Real Madrid. La bola circulaba por la frontal del área y él estaba de espaldas al marco, rodeado por defensas del Al Ain.

Una buena parte de los delanteros se hubiesen estrellado contra ese muro, todo aquel que ha estado en esa posición sabe de las dificultades de jugar de espaldas, los problemas que tiene quien está acostumbrado a ser el último de los compañeros en encontrar una salida en esa posición. Benzema no se agobió, cuerpeó y la dejó con suavidad a Modric, que llegaba de frente a su posición con la pierna izquierda preparada para vacunar a sus rivales.

La gloria es de Modric, pero no hubiese sido posible sin el genio de Benzema. Esta frase, cambiando tantas veces como se quiera el primer nombre, es bastante común en la historia reciente del Real Madrid. Los blancos, en Abu Dabi, jugaron bien y tuvieron el balón, cuando eso ocurre, el francés brilla.

Es de esos jugadores que necesita un entorno ofensivo, no es un cazador furtivo, entiende el fútbol como el ballet, un constante de arabescos y florituras, modos para desarbolar a los rivales desde el balón. Todos son futbolistas, pero hay poquísimos como Benzema.
Sí, es cierto, el nueve que porta en la espalda no lo justifica con goles, nunca lo ha hecho y no es una locura asumir que no lo hará.

No es que no marque goles, que de vez en cuando también se pone en la tarea, es que eso ni es su prioridad ni es lo que le justifica como jugador de fútbol. Poco después de la jugada del primer gol, se tiró a la banda derecha. Se encontró por el camino a un defensa emiratí que aún busca qué pasó con Benzema. Con un toque finísimo se lo quitó del camino, dos pasos más hasta llegar al área, un pase para atrás que parecía letal y, finalmente, un fallo de un compañero que no culminó el gol.

Fuente: elconfidencial.com